¿Sabías que eso que crees impacta en tu salud para bien o para mal?

Tanto la práctica profesional como las ciencias lo aseguran, pero lo más importante es lo que vos hagas o dejes de hacer.

¡Aclaremos los conceptos! La salud es un término integrativo de nuestro ser que abarca los pensamientos, las emociones, las interrelaciones, el cuerpo y una sensación subjetiva de bienestar. Para la Organización Mundial de Salud (OMS): 'La salud es un estado de completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades'.

¿Existe ese estado completo de bienestar? Si nos ponemos exigentes quizá no, pero si apelamos a ese sentir subjetivo personal, aunque no sea 'completo', seguramente nos consideremos saludables.

Las creencias son pensamientos propios que pueden o no ser compartidos con otros y que damos por hecho. Tendemos a no cuestionarlos excepto que algo suceda y que nos proponga o imponga re plantearnos alguna de ellas. Son parte de nosotros e integran nuestra mente, se vinculan con recuerdos y tanto las adquirimos como las heredamos. Existen creencias universales y compartidas como que el sol sale cada mañana. Sin embargo, esto que en estas latitudes es una obviedad, no lo es para otras partes del mundo, donde las 'obviedades' son otras.

Existen creencias que tienen que ver con la cultura de un lugar particular, de una familia, de un grupo o institución. Algunas son transgeneracionales, es decir se mantienen y comparten generación tras generación y otras son aprendidas por la experiencia propia y también de otros.

Lo que sabemos es que son una especie de profecías autocumplidas. De forma tal que eso que creemos del mundo, de nuestro entorno y aún de uno mismo, nos determina. Nos determina al punto que dependiendo de eso que creemos, lo que atendemos y lo que sentimos. La famosa propuesta del vaso lleno-vaso vacío tiene que ver con esto. Imaginate en cualquier situación concreta y examinala como si fueras un externo, como si fueras un dron. Contala como si fuera positiva y lo contrario. Mientras vas recordando, identifica qué emociones te genera en uno y otro caso. Si podés, recordá qué acciones emprendiste. Verás con claridad la diferencia entre el vaso lleno-vaso vacío. ¿Cambia verdad?

¿Qué ejemplo de creencias tenemos en lo cotidiano? 'Me pongo nervioso al hablar en público', como ejemplo de creencia limitante, implicará que tu organismo reaccione de determinada manera al exponerte a la situación. Se acelerará el pulso y el ritmo cardiaco, la respiración será más corta y agitada, la conductancia de la piel aumentará y entre otros, diversos síntomas irán desencadenándose como cascada.

Si una persona acumula creencias limitantes que generan este tipo de reacciones corporales y mentales en forma sostenida, sucederán dos cosas por lo menos, la primera es que la intensidad de estas creencias irá en aumento y la segunda es que el organismo en forma integral acumulará estrés además de limitar las capacidades y logros.

¿Todas las creencias son limitantes? Claramente no. Tenemos organismos inteligentes con funcionalidades que se dirigen en forma constante al equilibrio. Las creencias existen para ayudarnos solo que, algunas de ellas se transforman en disfuncionales aun cuando en el momento que se crearon puedan haber servido. Veamos un ejemplo: 'Cuando llego a un nuevo grupo, soy de esas personas que caigo bien y me integro fácilmente'. Es un claro ejemplo de una creencia empoderadora que impactará y determinará la forma en que la persona se presenta, interactúa y generará en el organismo, a nivel bioquímico y biofísico, bienestar. De la misma forma que las creencias limitantes se expanden, las creencias empoderadoras también.

Las creencias pueden categorizarse como limitantes, empoderadoras o neutras, siendo estas últimas, de las que mencionamos como funcionales y que nos ayudan y simplifican la vida. A modo de ejemplo, asearnos para estar limpios y presentables, detenernos ante la luz roja y cosas desde muy simples a muy complejas. Todas, integran nuestro repertorio de creencias y también se activan en forma automática. No necesitamos estar todo el tiempo pensando en ellas ni tomando decisiones constantes sino que ya son parte del mapa mental personal que desencadena conductas concretas.

¿Entonces, eso que creemos se relaciona con nuestra salud? ¡Y la respuesta es sí! Ya decía Henry Ford: 'Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto'.

Las diversas creencias conforman nuestro sistema de creencias que a la vez, se relacionan con valores, hábitos y generan automatismos mentales, físicos y emocionales. Lo que creemos impacta en lo que percibimos y atendemos, así como en nuestras emociones, favoreciendo un humor determinado en consecuencia. Este humor impacta no solo en nuestra salud sino también en el desempeño y en la toma de decisiones. Desde la interconexión a la que nos referíamos, los cambios de humor aún leves, influyen en el pensamiento.

La ciencia ha probado de muchas formas que cuerpo-cerebro-mente están integrados, además de interrelacionarse y autodeterminarse. Eso que creemos y pensamos esculpe y transforma nuestros cerebros. Observá cuáles son tus pensamientos y cómo impactan en tus emociones y acciones. Al ejercitar tu mente, tu atención estará en eso que elijas y tu percepción estará recibiendo información relacionada, por lo tanto, percibirás según tus elecciones.

Al intervenir en nuestras creencias, que son en sí pensamientos, elegimos, ganamos en libertad y si la elección es por lo positivo, la mayor ganancia será a nivel de la salud, el bienestar y la felicidad.