Creer que el autocontrol implica perder la espontaneidad es un disparate

Autocontrol como sinónimo de no ser espontáneo y genuino en ocasiones es la excusa que justifica falta de cuidado e incluso de respeto. El autocontrol se aprende y evolutivamente tiene sus etapas. Tenemos la capacidad de autocontrolarnos sin perder nada, solo ganar.

El autocontrol es la habilidad que tenemos las personas para gestionar nuestros pensamientos, emociones y acciones. Requiere autoconocimiento y autoconciencia. Implica saber controlarnos, calmarnos, serenarnos. Se relaciona con el logro de objetivos, la resolución de problemas y la evaluación de consecuencias, formando parte de la inteligencia y la gestión emocional. Involucra la capacidad de postergar un placer inmediato o una descarga, en función de una satisfacción o un bien mayor.

Es importante aclarar que el autocontrol no es represión y que la falta del mismo es una forma de esclavitud. ¿Esclavo de qué? De impulsos y emociones que en lugar de comprender y gestionar, se actúan. Por eso desde la psicología afirmamos que lograr control sobre la propia conducta, aporta libertad.

El autocontrol aporta equilibrio en todas las áreas de nuestra vida y promueve más salud y bienestar. Contribuye a una mejor relación con nosotros mismos y con los demás, aumenta la voluntad y la efectividad, genera mayor éxito -tanto en el logro de metas como en las diversas áreas de la vida-. Mejora la autoimagen y por lo tanto, la autoestima. Genera mayor control de la ansiedad y el estrés. Aumentan la concentración y la empatía. Las personas con mayor autocontrol son más asertivas.

La falta de autocontrol puede ser evidente en personas con exceso de consumo de sustancias, alimentos, compras, juegos, entre otros. Conductas como la ira, la irritabilidad y la impulsividad, así como la falta de autodisciplina, también evidencian falta de autocontrol. En la vida diaria aún sin ser parte de dinámicas conflictivas establecidas o comportamientos auto-destructivos, fallamos en el autocontrol cuando nos lastimamos a nosotros y a otros. Por ejemplo, al actuar según impulsos sin reflexionar en el impacto de nuestras palabras o conductas.

¿Que hacer ante las diversas conductas que quiero autocontrolar?

  1. Identificar la conducta que deseamos controlar.
  2. Comprender qué la activa. Ejemplo: 'me canso y como', 'siento ansiedad y fumo', 'me frustro y grito o golpeo', etc.
  3. Tomar consciencia de las consecuencias tanto de lograr el autocontrol como de no hacerlo.
  4. Llevar un registro de nuestros progresos y retrocesos.
  5. Identificar los beneficios las veces logradas.
  6. Identificar los problemas las veces no logradas.
  7. Identificar el indicador de logro.
  8. Diseñar un plan a corto, mediano y largo plazo.
  9. Aprender de nuestras experiencias y tropiezos para fortalecernos en el proceso.

Es importante tener paciencia y voluntad, ya que el cambio de conducta lleva tiempo y dedicación. El hecho de no lograrlo alguna vez, no quiere decir que no sea posible o que se fracasó. Los tropiezos pueden transformarse en fortalezas si aprendemos de ellos para empoderarnos.

El autocontrol necesita motivación y se relaciona con el establecimiento de hábitos. Aumentamos el autocontrol mientras crecemos y nos desarrollamos, dentro del proceso natural evolutivo. Por lo tanto se puede desarrollar y aumentar.

Como venimos mencionando en las diversas columnas, somos seres integrales. La mente-cuerpo es una unidad y por lo tanto, involucra lo cognitivo, lo emocional, lo físico y lo conductual. Algunas preguntas poderosas: ¿Qué pienso? ¿Qué siento? ¿Qué hago? Cada aspecto es necesario que sea tenido en consideración para lograr un cambio en cualquier nivel.