La tensión se respiraba en el aire. Desde que iniciaba el día la atención estaba puesta en su humor. ¿Se podría hablar con ella o era mejor evadirla? Esa pregunta de cada día en su área lejos de activar la innovación y la creatividad -quizá su metier más importante- era algo así como una fogata de neuronas. Algo sucedía y se desparramaba al resto de la organización. Imagino que esto no te asombra ya que de alguna manera conoces de estas situaciones a nivel personal o profesional, tanto por haberlas vivido en carne propia o por conocer situaciones en tu entorno.
¿Cuál era la causa de este desatino? Nada más y nada menos que estrés. Y que en el paso del tiempo no solo estaba cronificado en una persona. Lo cierto es que nuestro organismo está preparado para recibir órdenes desde nuestro cerebro para huir ante el peligro. Esto no es nuevo, lo sabemos desde siempre, de hecho lo sentimos y nos sucede. Es eso que te pasa en tu cuerpo cuando en el silencio de la noche escuchas un ruido. Te asustas y tu corazón late más rápido al elevarse tu ritmo cardíaco, tu respiración se altera así como tus niveles de glucosa en sangre. También se eleva tu circulación y presión arterial. Se inhibe la producción de insulina y la segregación de otros neurotransmisores tan vitales como la serotonina y dopamina. Las arterias se estrechan entre otras, afectando el sistema inmunitario. El cortisol está para ayudarnos a protegernos ante el peligro -para lo cual desencadena muchas acciones biológicas que impactan en todo el organismo-, pero debe ser mantenido a raya.
El cortisol, también llamada hormona del estrés por la comunidad científica, es segregada desde el sistema límbico, la glándula pituitaria y la glándula suprarrenal. Se ocupa de ordenarle a nuestro cuerpo ciertas reacciones físicas para que pueda efectivizar la huida. Para eso se produce un impacto instantáneo en el gasto de energía, que permite accionar. Su exceso sostenido en el tiempo tiene consecuencias en el corazón, en el cerebro, en el sistema vascular, en el humor, en el sueño, en las interrelaciones, en la memoria y el aprendizaje... El estrés que vive el organismo es un desencadenante de muchos problemas de salud.
El estrés afecta la metabolización de la grasa por eso se vincula con exceso de peso corporal y obesidad, con adicción a la comida chatarra, con presión arterial elevada, diabetes, inflamación en general. La que se vincula además con la posibilidad de desarrollar trastornos degenerativos.
El estrés nos expone a la posibilidad de sufrir depresión y en todos los casos a reacciones impulsivas.
¿Sabes por qué? Los circuitos del cerebro expuestos al estrés fortalecen la amígdala -vinculada a nuestro cerebro emocional - y afectan la regulación de la corteza prefrontal – la parte más evolucionada del cerebro - . La amígdala al mando genera respuestas emocionales que explican las conductas impulsivas e irracionales que nos llevan a tomar malas decisiones.
El estrés crónico genera cambios estructurales cerebrales que entre otras muchas cosas, fortalece la amígdala y debilita la corteza prefrontal dejándola a su merced.
Por su parte la amígdala al mando nos hace caer en hábitos y rutinas compensatorias que lejos de ayudarnos, profundizan el problema.
Reconocer los síntomas del estrés en forma temprana, puede ser una buena alerta para evitarlo.
Como tantas veces comentamos, las emociones se sienten en el cuerpo y estando atento a las señales podremos entender qué nos está pasando. Por lo pronto, escuchar determinados síntomas y signos que nos alertan del estrés y así no entrar en la cronicidad.
¿Qué podemos hacer para controlar el cortisol? Acá van algunos tips:
- Dormir al menos siete horas diarias y tener una rutina de cuidado antes de ir a dormir - Acostarte y levantarte sin mirar pantallas
- Consumir poca cafeína y solo hacerlo hasta primeras horas de la tarde
- Practicar ejercicio regularmente
- Que tu alimentación sea sana -realmente saludable-
- Desarrollar cada vez más la empatía y hacerlo a consciencia
- Tener momentos diarios de silencio para estar contigo; con unos minutos alcanza.
- Escuchar música armoniosa
- Tener contacto diario con la naturaleza al menos unos minutos.
- Practicar meditación, léase: rezar, respirar atentos, relajarse o lo que sea que se haga sentido y vaya contigo. - Pensar en positivo.
¿Te parece mucho para hacer? En realidad es de lo más sencillo y cuidado para vos. Junto con alejarte del estrés te acercas cada vez más a una mejor salud, calidad de vida y longevidad. ¿Cómo? Cada uno de estos tips estarán generando nuevas conexiones neuronales y redes que no solo te harán más inteligente sino te darán muchos más beneficios. ¡Ni que hablar si estableces rutinas que se convierten en hábitos!
Como todo en la vida, generar cambios implica voluntad, te invito a que pruebes y constates día a día como aumentas tu bienestar.
Y en un abrir y cerrar de ojos te darás cuenta que esto es más fácil que muchas de las cosas que venís haciendo hasta ahora. Me encantaría que me cuentes cómo te va después de unos días. Mi mail kpittini@hcc.com.uy.