Elaboramos nuestras opiniones basados en nuestras creencias, las que están formadas a partir de nuestras experiencias y/o enseñanzas que recibimos. El poder de nuestras creencias es tal, que de alguna forma nos predisponen hacia qué observamos cómo pensamos, sentimos y actuamos. Determinan cómo vivimos la vida, con quien nos relacionamos y quienes somos. Nuestras creencias dirigen nuestra atención para validar o refutar las hipótesis que elaboramos.
En un mundo cambiante y cada vez más exigente, es imperioso que seamos personas de “mentalidad abierta”. Es decir personas flexibles. Necesitamos flexibilidad cognitiva.
Shane Snow publicó en la Harvard Business Review resultados de sus investigaciones al respecto. Basó sus exploraciones en la noción de humildad intelectual, entendida como: el espacio que se encuentra entre la voluntad de cambiar y la sabiduría de saber cuando corresponde.
Profesores de la Universidad de Pepperdine definieron cuatro componentes, que les permiteron medir la humildad intelectual, siendo un mix de ellos lo esperable:
- Respeto por el punto de vista de otros.
- No ser intelectualmente demasiado confiado.
- Separar el ego del intelecto de uno mismo.
- Evaluar el propio punto de vista.
Snow también halló que viajar y vivir un tiempo en otras culturas, ayuda a la flexiblidad. También lo hace el vincularse en diversos ámbitos, estar abiertos a conocer nuevas personas y generar nuevas relaciones.
Los investigadores hallaron que conocer diversas historias humanas y emocionales favorecen la flexibilidad. A partir de ellas, también se genera oxitocina -hormona y a la vez, un neurotransmisor-. La oxitocina está relacionada con la empatía, las relaciones sociales, la inteligencia interpersonal y la cooperación. Tiene que ver con la confianza, la fidelidad, la generosidad, la compasión y el altruismo. Regula el miedo y es muy importante en el comportamiento maternal y sexual. Está implicada en la memoria y el aprendizaje, así como en el reconocimiento de las emociones de los demás. Por esto es que, la oxitocina es la famosa “hormona del amor”. Así que, favorecer la flexibilidad, nos traerá mucho más de lo esperado.
Otros tips para aumentar nuestra flexibilidad:
- Observá con atención y curiosidad sucesos y personas.
- Observate, observate, observate.
- Conocé más personas, aumenta tu círculo social.
- Sé humilde para cambiar tu perspectiva.
- Abrite a la experiencia.
- Cambiá rutinas.
- Respetá el punto de vista de los demás.
- Se cada vez más empático, buscá entender la perspectiva del otro.
- Permitite la duda acerca de tu posición y manifestálo – cuestionáte y reexioná.
- Buscá diversas alternativas, pensá “fuera de la caja”.
En estos tiempos la flexiblidad se impone y en eso es importante recordar que la tolerancia, es su primo hermano.
Si aún te preguntás ¿para qué ser más flexibles? Entre otras cosas, para adaptarnos al entorno y los cambios. También porque nos permite aumentar la capacidad para frustrarnos y reconvertir el fracaso en oportunidad. Aumento nuestro desarrollo de nuestra inteligencia social, potenciando nuestras relaciones. Impacta en la inteligencia global, favorenciendo la creatividad y la innovación. Aumenta, nada más y nada menos, que la codiciada asertividad. A partir de aumentar nuestra flexiblidad, obtenemos mayor bienestar, éxito y felicidad.
Ser flexibles aporta a nuestra salud mental y así a quienes nos rodean. Es una invitación para crear una sociedad mejor.