A inicios de abril de 2020 comenzaba una formación presencial que, covid mediante, nos vimos forzados a rediseñar y editar en versión digital. Recuerdo esos días de incertidumbre y también de retos, días que nos movieron la estantería y nos hicieron ver que muchas cosas podían suceder con una rapidez que jamás hubiéramos imaginado. Nos desafiamos, nos incomodamos, aprendimos, generamos cosas nuevas y diferentes.
Lo cierto es que, gracias al buen manejo sanitario de la pandemia en nuestro país, unos pocos meses después ya podíamos hacer pequeñas reuniones.
Fue en ese momento que pusimos a consideración del grupo en cuestión si manteníamos la virtualidad o pasábamos a un formato presencial.
No creas que la respuesta fue instantánea. Se hizo esperar entre las reflexiones y consideraciones.
Diversos aspectos parecían estar en juego: desde la pereza de salir de casa, el clima, tener que prepararnos para la ocasión, la practicidad, la comodidad, levantarnos más temprano para llegar en hora y aunque el tránsito era menor, era un tema a tener en cuenta entre otro sinfín de cuestiones. Finalmente la decisión del grupo llegó y fue irnos a lo presencial. ¡Nos conocimos en vivo y en directo!
Llevábamos ya un tiempo juntos en la virtualidad, compartiendo mucho, por lo que la confianza estaba instalada. El vernos cara a cara nos generó mucha emoción. Sorpresa, miradas y comentarios iban y venían. Te hacía más alta o más baja, más o menos delgado, más o menos grande... Las emociones estaban a or de piel junto con esas tan latinas ganas de saludarnos y abrazarnos, pero nos conformamos con un choque de puños, sonrisas y miradas.
Pasaron los meses y nos mantuvimos eligiendo la presencialidad, ese contacto cara a cara que nos hacía sentir más cerca y hacer nuestra experiencia de aprendizaje más exhaustiva, rica y profunda.
Era claro que en ese estilo de intercambio se generaba más confianza todavía, más intimidad, y la energía de unos y otros era potenciadora.
Terminó la etapa de cursada y en este preciso momento de evaluaciones consulté acerca de sus preferencias.
Recibí una respuesta unánime de los participantes, que dicen valorar las instancias presenciales a tal punto que las consideran irreemplazables. Reconocen sin la mínima duda que fueron sus preferidas, aun con las bondades de la virtualidad.
Lo óptimo es mantener una alternancia entre espacios de virtualidad y un predominio de presencialidad. ¡Aprovechar de lo uno y de lo otro!
Las bondades del mundo digital están claras: ahorro, simpleza, revalorización del tiempo, optimizaciones, priorización de espacios personales, más presencia familiar, apertura al mundo y mucho más.
Pantallas mediante, muchos nos hicimos mejores observadores y aprendimos a escuchar más, para no superponernos mientras hablamos, esperamos turnos y observamos más las expresiones de los rostros y la comunicación no verbal.
Quienes nos preparamos para las relaciones virtuales aprendimos que los encuentros con cámaras son más valiosos que las llamadas y ni que hablar que los mails.
Aprendimos la importancia de que esos encuentros sean acordados, con horarios coordinados y cámaras encendidas.
Muchos tenemos la certeza que la nueva normalidad dejó su estela estampada, con una
invitación latente a decidir en cada encuentro con otro si será presencial o virtual. Es en la danza entre lo uno y lo otro que “ganamos” lo mejor de cada mundo.
Para que evalúes y decidas si tu encuentro con ese otro concreto y en esa situación particular será virtual o cara a cara, comparto conclusiones de investigaciones.
Acerca del contacto físico:
- reduce la producción de cortisol, hormona vinculada al estrés
- aumenta la producción de hormonas del bienestar: serotonina, dopamina y oxitocina
- activa sentimientos de conformidad y confianza.
Asimismo, las relaciones cara a cara:
- benefician la salud física y emocional
- aumentan la sensación de bienestar en todas las edades
- favorecen vínculos más profundos y duraderos
El tapaboca también es un maestro que nos sigue dejando lecciones. Y entre las aprendidas están cuidar la salud, reír con los ojos, hablar más claro y más pausado, entre otras cosas. No en vano nuestra supervivencia está dada a partir de otro, que acaricia, alimenta y provee cuidados.
Nuestras experiencias y representaciones del mundo, de nosotros mismos y de los otros, se dan a partir de la interrelación con seres significativos que al inicio de la vida nos enseñan y modelan.
Diversas experiencias de privación de contacto humano dan cuenta de cerebros que no se desarrollan y predisposiciones que no se activan.
¿Si es importante el cara a cara? A esta altura, la pregunta es retórica.