Para que exista la consciencia es necesario que haya comunicación entre la corteza cerebral, el tronco encefálico y el cuerpo en su totalidad. Giulio Tononi, director del Centro de Investigación del Sueño y la Consciencia de la Universidad de Wisconsin-Madison, afirma que la consciencia es una propiedad del universo y, por lo tanto, es compartida por todos nosotros. Sostiene que la consciencia nos habita, entra en el cuerpo. Y es que el cuerpo es un gran informante de lo que nos sucede tanto a nivel interno como del entorno. Si prestamos atención, podemos obtener información valiosa para comprender, tomar decisiones y emprender acciones en forma congruente con uno mismo. Se trata de ser dueños de nuestras creencias, memorias, mandatos y actuaciones propias, es decir, aquello que hacemos automáticamente sin siquiera pasar por la razón.
La consciencia integra nuestro cuerpo y nuestra mente, siendo ésta última el albergue de nuestra actividad mental -donde se alojan nuestras sensaciones, percepciones, emociones y pensamientos, así como nuestra capacidad del lenguaje, la creación, la invención, la intuición, el habla, entre otros-. La consciencia es la capacidad de ver más allá de los ojos, escuchar más allá de los oídos, oler más allá de la nariz y sentir más allá de los órganos y la piel. Implica un cuerpo, un cerebro, una mente y un entorno.
Tan relevante es nuestra consciencia que integra nuestras memorias, nuestra imaginación y nuestro estado actual. Gracias a ella podemos responder preguntas como: ¿quién soy, dónde estoy y cómo estoy? A través de ella nos concebimos como seres únicos y subjetivos, con una permanencia en el tiempo y el espacio. La consciencia abarca el pasado, el presente y el futuro, generando per se, la maravillosa oportunidad de ser y al mismo tiempo, transformarnos.
¿Cómo logramos transformar-nos en el tiempo e influir en el pasado, presente y futuro? Nada más y nada menos que al darnos cuenta de nuevos aspectos, al integrar nueva información emocional, cognitiva, física y del entorno.
Por eso es tan importante observar-nos y accesar información que va más allá de nuestra subietividad, para luego reflexionar e integrar. De esta manera, aumenta nuestra capacidad de 'darnos cuenta' y ganamos libertad.
La consciencia está relacionada con nuestra capacidad de atención. Y esto es crucial, ¿sabías que una mente divagante es una mente infeliz? Saltar de un pensamiento a otro, rumiar como las vacas, genera malestar a nivel físico, cognitivo y emocional, además de disminuir nuestro desempeño. Por otro lado, una mente en calma nos permite vivir plenamente, lo que implica ser conscientes de nuestros estados y necesidades básicas como la sed, así como nuestras necesidades más evolucionadas, como el amor.
Ser conscientes, es decir'-darnos cuenta', nos permite avanzar hacia lo que nos interesa, reconocer y cambiar lo que no nos sirve y elegir lo que es valioso para nosotros mismos. Tanto en psicología como en coaching, sabemos que no podemos accionar, aprender ni mucho menos reflexionar sobre aquello de lo que no somos conscientes. De allí que, iluminar zonas oscuras, -no malas, sino simplemente invisibles- nos brinda la oportunidad de SER quienes elegimos ser y vivir como queremos. ¡Es genial ser testigo del impacto que genera la consciencia! Los ojos brillan, la piel se rejuvenece y aclara, la postura se acomoda, la respiración se vuelve más profunda y la persona irradia emoción. La consciencia nos impulsa a crecer y nos empodera.
Lo maravilloso y desafiante al mismo tiempo es que el aumento de la consciencia depende de uno, cada persona necesita darse cuenta por sí misma. En ocasiones, nos pueden decir una y mil veces algo que parece ser obvio para los demás y sin embargo, no lo compartimos. Tanto sea porque no nos damos cuenta, por la forma en que nos lo plantean o debido a nuestro estado del momento, lo cierto es que ni siquiera damos la posibilidad de la duda. Y es así que podremos activar defensas como la negación, la agresión o simplemente cerrándonos a la información que nos están brindando. Quizá no tenga que ver con nosotros y quizá sí, solo siendo más conscientes es que lograremos la respuesta.
La conciencia nos da la oportunidad de reconocernos y entendernos como nosotros mismos, de distinguir lo que es propio de lo que no es, así como de ser conscientes de nuestro sentir, de nuestras necesidades y del mundo que nos rodea.
Al aumentar la consciencia, mágicamente tenemos la oportunidad de ser felices, según afirma António Damásio, profesor de neurociencias y psicología, y director del Instituto del Cerebro y la Creatividad en la Universidad del Sur de California, uno de los neurocientíficos más destacados del mundo.