Desde la psicología entendemos que la esperanza es rasgo y a la vez estado. Favorece la alegría y el bienestar. Tiene implicancias directas en la salud física y mental así como en el rendimiento. Tanto si tenemos la predisposición a ella como si no, es posible desarrollarla y aprenderla.
¿Para qué desarrollar la esperanza? La respuesta es tan sencilla como poderosa, y viene de la mano de evidencias que derivan de diversas investigaciones. Las mismas aseguran que la esperanza se relaciona con salud y bienestar psicológico. La esperanza es importante tanto para los buenos momentos como para aquellos que consideramos difíciles. La esperanza favorece la ilusión, la alegría y la motivación. Provee energía y confianza tanto en las propias capacidades como en el futuro. La esperanza en el futuro nos proporciona calidad de vida en el presente.
Dufault y Martocchio hacen referencia a tres dimensiones contenidas en la esperanza:
- la dimensión cognitivo-temporal, que tiene que ver con la evaluación de los resultados realistas y desafiantes.
- la dimensión afectiva-conductual, que hace referencia a la confianza en uno mismo para ir por lo que se aspira.
- la dimensión afiliativa-contextual que incorpora tanto aspectos relacionales con uno mismo como con los demás, así como el aspecto espiritual.
La evidencia científica indica que la esperanza se relaciona con la autoeficacia, la autoestima positiva y estrategias de afrontamiento efectivas. En este sentido, personas con enfermedades en general y también terminales, logran mayores beneficios por el hecho de tener esperanza. Se involucran en sus tratamientos con mayor optimismo y resultados. La esperanza los impulsa y cuando se agrega el condimento espiritual, -sea la fe y/o las creencias en alguien/algo más allá- los pronósticos son aún mejores. La esperanza invita a establecer hábitos saludables aunque impliquen esfuerzo.
Las investigaciones también concluyen que las personas con esperanza tienen mejor desempeño laboral y académico. Y aún hay más, las personas con esperanza tienen mejores relaciones interpersonales tanto a nivel de pareja, amigos, familia y relaciones sociales en general.
Las personas con altos niveles de esperanza diseñan metas y confían que las lograrán, tienen creencias positivas de sí mismos y de su capacidad tanto para ir por lo que quieren como para sortear obstáculos y ser exitosos. Serán capaces de buscar caminos alternativos y nuevas opciones. Logran comprometerse, responsabilizarse e involucrarse activamente.
Debido a que la esperanza provee de una visión de futuro positiva y serena, es un antídoto contra el estrés y también contra la depresión. De hecho una característica de la depresión y un indicador de la misma, es la desesperanza. ¿Qué es la desesperanza? La desesperanza implica un estado de pesimismo con pensamientos negativos asociados y un sin sentido que genera indefensión y desaliento.
¿Cómo fortalecer la esperanza? ¡Soñando! Soñar en grande es una buena y efectiva forma para desarrollarla. Es importante utilizar la imaginación para proyectarnos viviendo ese sueño e involucrarnos activamente en el logro del mismo. Quizá no tengamos claro aún cómo alcanzarlo pero sí podemos escribirlo como un cuento y detallar qué exactamente estaremos haciendo. En los sueños todo es posible así que, las limitaciones no existen y los imposibles tampoco. Aún cuando ni la certeza, ni la convicción están presentes, podemos hacer 'como sí'...
Identificar con qué recursos contamos para lograrlo y en aquellos casos que los recursos no estén todavía, vayamos por ellos. Podemos desarrollarlos y también pedir ayuda. Sea lo que sea, habrá personas a nuestro alrededor que nos quieren y nos valoran, que nos pueden ayudar. Es clave activar nuestra red de contactos. Recordemos siempre que somos personas con recursos, que podemos tener estados de no recurso, lo cual es transitorio. Mientras seguimos soñando y registrando nuestro sueño, pensando en nuestros recursos y opciones, agreguemos eso que al estar viviéndolo, sentimos. ¿Qué emociones nos generamos? Y en ese momento dedícale tiempo a responder una gran pregunta: cuando lo logres, ¿qué te aportara?
La esperanza se forja desde adentro y por eso es importante la inversión de tiempo en uno mismo, en el autoconocimiento y desarrollo propio. Aún si sos de esas personas con esperanza, sirve seguir estimulándola. La esperanza es un factor protector y predictor de éxito, bienestar y salud. Y en caso que no tengas la suficiente esperanza, tené presente que la misma te ayudará a salir de situaciones de tristeza, ansiedad y aún desesperación.
Tenemos altas capacidades, es importante confiar en nuestra posibilidad de transformar. Diversos programas se han desarrollado para elevar la esperanza, en distintos ámbitos, por citar algunos: la medicina para apoyar tratamientos, la educación para garantizar éxito académico y la psicología para generar bienestar. Cada uno de nosotros podemos con decisión y mayor o menor esfuerzo, aumentarla. Si en algún momento sentimos que solos no podemos, pidamos ayuda.