El poder de las expectativas

Son una especie de profecía de desempeño y resultados. ¿Cómo usarlas de forma positiva?

Vinculadas a las creencias, las expectativas podrán ser realistas o desafiantes, positivas o negativas, lo cierto es que son una especie de profecía que augura desempeño y resultados. Los que podrán ser los deseados o por el contrario generar frustración.
¿Cómo usar el poder de las expectativas positivamente? Vamos paso a paso vinculando estos conceptos y llegaremos juntos a la respuesta. Según la Real Academia Española, expectativa es:

1. Esperanza de realizar o conseguir algo. 2. Posibilidad razonable de que algo suceda. 3. Posibilidad de conseguir un derecho, herencia, empleo u otra cosa, al ocurrir un suceso que se

prevé.
Las expectativas refieren al futuro, es decir algo que queremos o esperamos que suceda. Como cualquier concepto, es tan vago como amplio, en tanto no acordamos a qué nos referimos. Veamos un ejemplo. ¿Qué es una posibilidad razonable? Seguramente para mí y para vos, pueda ser diferente eso que entendemos por razonable. Si entendiera lo razonable como seguramente posible, sería algo aburrido en lo que a mí respecta. Quiero que tenga una cuota interesante de desafío, que me estimule a ir por más. ¿Qué es razonable para vos? ¿Qué te interesa?
Asimismo, la posibilidad de conseguir algo nos ayuda a entender las expectativas vinculadas al continuo activo-pasivo. Es decir, alguien puede esperar en algún momento recibir una herencia, siendo su participación pasiva. Podría parecerte ajeno porque no estás esperando una herencia y, sin embargo, es lo que hacemos todos en mayor o menor medida cuando “esperamos” algo sin implicarnos en el cambio.
En el otro extremo del continuo, podemos decidir algo que “queremos” –ser, lograr o tener– y allí nos implicamos directamente en el proceso para lograrlo. En este sentido somos activos y además con un locus de control interno. ¿Qué es eso del locus de control? Se trata de colocarnos a nosotros mismos en el centro de lo que nos sucede y así, ser responsables por los resultados. En cada acontecimiento estamos implicados. Cuando tenemos locus de control interno, lo sabemos y somos más libres y autónomos.
¿Conocés el efecto Pigmalión? Hace ya un buen tiempo, un grupo de investigadores aplicaron un test de inteligencia –esa inteligencia vinculada al coeficiente intelectual, CI– a un grupo de 320 alumnos. Hallaron que no había diferencias significativas entre unos y otros. Eligieron al azar un grupo de 65 de ellos y les comunicaron a sus docentes que eran chicos talentosos, con una inteligencia superior o superior al promedio. Les transmitieron también que esos chicos tendrían resultados destacados. ¿Sabés qué sucedió? Al finalizar el año, ese selecto grupo de “inteligentes” era más inteligente aún y tenía resultados destacados.
¿Qué hizo que esto pasara? ¡Las expectativas de los maestros! Quienes se vinculaban de una forma diferente con esos 65 chicos: les sonreían más, los miraban más a los ojos y los elogiaban más.
Podrás estar pensando que el maestro es una figura significativa para un niño y que ejerce influencia. Y es verdad. ¿Cómo funcionará con padres e hijos? ¿Líderes y colaboradores? De la misma forma.
En los entrenamientos de liderazgo, algo en lo que hacemos énfasis es en que el jefe o líder, considere a cada colaborador en términos de potencial y no de desempeño pasado. ¿Para qué? Para dar oportunidades, estimular el desempeño y en consecuencia obtener mejores resultados. ¿Acaso no tenés ejemplos de personas que eran “malas” en un contexto para pasar a ser “excelentes” en otro?
Cada expectativa que tenemos de nosotros mismos y de los otros, tiene que ver con eso que creemos. Y también con no conocer el límite hasta que no tocamos el techo. Muchas veces no intentamos algo por creer que no podemos o dejamos de dar oportunidades a otros por creer que no pueden. Las creencias populares también inciden. ¿Cuántas expectativas están fundamentadas en creencias populares que limitan y dividen? Por citar algunas: “Los que tienen éxito pisan a la gente”; “Otros tienen que ayudarme porque soy desvalido en algún sentido”.
Por el bien de todos, de la salud y el bienestar, también están esas creencias que nos estimulan y nos permiten tener expectativas para crear y transformar.
¿Cuáles son tus creencias vinculadas a tus expectativas de ser quien quieres ser? ¿De vivir la vida que querés? ¿Y tu locus de control es externo o interno? ¿Sos pasivo o activo?

Dos cosas más: con solo pensar positivo y tener creencias potenciadoras, no alcanza. Hay que actuar, implicarse y ser proactivos para transformar y lograr eso que te interesa. Y por último y no menos importante, es danzar en el interjuego de lo realista y lo desafiante. Si tus expectativas son demasiado realistas, no tendrán la suficiente fuerza para que te impliques realmente. Así como si son demasiado lejanas, exigentes y en algún sentido hasta desmedidas, generarán frustración. Cuando nos proponemos una y cien mil cosas que no logramos o de la misma forma, les trazamos objetivos a otros que son imposibles en tiempo, forma, calidad... entramos en un círculo vicioso colmado de resultados indeseados. Con un impacto negativo no solo en los resultados, sino en la autoestima.

Así es que, observate y actuá para que tus expectativas sean:

• Desafiantes y alcanzables
• Basadas en creencias positivas de vos y tu entorno
• Con un locus de control interno

• Orientadas por tu potencial
• Aprendiendo de tu desempeño –para repetir o cambiar, fortalecer o dejar– y así lograr cada vez mejores resultados
• Implicate en lo que querés lograr –para lo que tendrás que saber qué es eso antes que nada–.