El cerebro tiene su propia voz

El pequeño organo que llevamos sobre nuestros hombros es tan potente como complejo. Y que conocerlo es fundamental para tener salud y bienestar, así como para aprender, educar y gestionar.

Con un peso aproximado de 1,5 kilos, compuesto por más de mil millones de neuronas, el cerebro utiliza alrededor del 20% de la energía del cuerpo. Contiene en sí mismo lo que hace a quienes somos, hacemos, pensamos y sentimos.  Integra las diversas funciones necesarias para la vida y se relaciona con el bienestar, la salud o enfermedad.

Cada segunda semana de marzo se celebra internacionalmente el “Cerebro” a partir de “The Dana Alliance for Brain Initiatives”, organización mundial de neurocientíficos comprometidos con la promoción y la concientización de la investigación cerebral. El conocimiento adquirido a través de la investigación en los últimos años, da cuenta de evidencias que son mandatorias para la implementación de programas robustos en la educación, la salud y la gestión, entre otros muchos.

Es un órgano entrenable y modificable, que tiene la capacidad de la neuroplasticidad -le permite adaptarse a los cambios, con flexibilidad y a través de la creación de nuevas conexiones neuronales, que tiene como consecuencia enriquecimiento cerebral-. Trabaja desde impulsos eléctro-químicos y su funcionamiento está directamente influido por nuestros hábitos cognitivos, conductales y emocionales.

A pocos días de la fecundación, las estructuras cerebrales básicas ya están formadas y semana a semana durante la gestación, se detectan múltiples funciones que son posibles a partir del desarrollo del cerebro. Por mencionar algunas: moverse, chuparse el dedo, respirar, bostezar, tragar, entre otras.

Pocas semanas después, ya regula el ritmo cardíaco, la respiración y la presión sanguínea que van preparando al futuro bebé para vivir en forma autónoma. Cuando la maduración de la corteza cerebral está activada es evidente la experiencia conciente.  ¡Si, asímismo! El feto aprende, piense, recuerda, siente y lo hace cada día con más especificidad.

¿Sabías que lo que la madre consume afecta en forma directa el desarrollo del cerebro del feto?  De la misma forma impacta lo que la madre vivencia, siente y piensa. Esto que sucede en el embarazo con una relación directa, también sucede durante toda la vida en las diversas interrelaciones humanas. De tal forma que influimos y somos influidos por los demás.

Durante la niñez, infancia, adolescencia y ya en la adultez, nuestro estilo de vida afecta directamente el funcionamiento del nuestro cerebro y además perla el futuro. Es como que vamos comprando números, algunos que nos aportarán y otros que nos restarán.  De allí la importancia de conocer cómo funciona nuestro cerebro y qué es recomendable para garantizar la salud, el bienestar y la felicidad.

Hace unos cuantos años -pero no tantos- se pensaba que nacíamos con un número determinado de neuronas y que no crecerían nuevas. Así que en el tránsito a la madurez, asistiríamos a una  muerte progresiva de dichas células, con los correspondientes deterioros. Lo único que podíamos hacer era retrasar lo máximo posible la inminente llegada del desgaste. Hoy sabemos que no es así, el cerebro se desarrolla a lo largo de toda nuestra vida, las neuronas crecen, se generan nuevas conexiones y las que no usamos mueren por un proceso denominado neurogénesis.

Como el cerebro tiene un claro criterio de economía, debido su gran necesidad energética, tiene sentido que lo que no utilizamos deje de existir.

Lo más importante en todo esto y pasando raya, es que desde los inicios de la vida tenemos la constante oportunidad de influir en nuestro propio cerebro.  ¡Cada experiencia cambia el cerebro,  el cambio es permanentemente!

Así como en el feto se activan las diversas funciones desde el cerebro, así se mantiene en el resto de la vida. ¿Cuáles? Todas. Desde respirar, percibir, atender, observar, pensar, relacionarnos y entender al otro, anticiparnos, resolver problemas, sentir dolor, empatía, recordar, establecer objetivos, autorregularnos, sentir, ejecutar, activar o inhibir impulsos, entre tantas otras funciones, capacidades y habilidades que poseemos.

Conocer nuestro cerebro es una puerta abierta a oportunidades para nosotros mismos, nuestros hijos, colaboradores y alumnos y en definitiva para cada persona con la que nos relacionamos. ¡Cada hábito, cada experiencia, cada interrelación, cambia nuestro cerebro! ¡Te invito en las próximas columnas a adentrarnos en lo que se sabe del cerebro!